jueves, 21 de mayo de 2009

otredades / Héctor Hernández Montecinos


[sobre el autor]

Licenciado en Literatura. Doctor © en Filosofía mención Teoría del Arte. Sus libros de poesía editados entre el 2001 y el 2003 aparecen reunidos en [guión] (LOM: Stgo, 2008; Marick Press, Detroit, 2009, en inglés) y [coma] (2ª ed. LOM: Stgo, 2009) comprende su trabajo poético del 2004 al 2006. Además han aparecido los siguientes libros antológicos de su obra: Putamadre (Zignos: Lima, 2005), Ay de mí (Ripio: Stgo, 2006), La poesía chilena soy yo (Mandrágora cartonera: Cochabamba, 2007), Segunda mano (Zignos: Lima, 2007), A 1000 (Lustra editores: Lima, 2008), Livro Universal (Demonio negro, Sâo Paulo, 2008, en portugués), Poemas para muchachos en llamas (RdlPS: Ciudad de México, 2008), La Escalera (Yerba Mala cartonera: La Paz, 2008), El secreto de esta estrella (Felicita cartonera: Asunción, 2008) y La interpretación de mis sueños (Moda y Pueblo: Stgo, 2008). Ha sido invitado a festivales en Alemania, Argentina, Brasil, Cuba, Chile, El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Perú. Desde el 2008 reside en México donde da talleres, conferencias y es editor del sello “Santa Muerte cartonera”.


[selección de textos]

Polizonte de hierro

Un ciego no solamente puede tantear el horizonte sino caminar tras de él como si se tratase de un perro o un pájaro que con su vuelo raya el cristal del firmamento.

Los laberintos les son todos del mismo color al igual que el polvo que acumulan en sus cuencas donde crecen ramas y frutos que los niños juegan a intercambiar entre sí.

También ciegos son los caballos por eso no viven en casas y no tienen nombre, como los cerdos, las ratas, las ballenas y toda esa fauna que de mí sale con la figura de una sombra que no puedo ver.

Aquí los alimentos llenan poco a poco el silencio que cae del cielo como agua podrida mientras viajo arrancándome el barro con un lápiz apolillado y unos papeles carcomidos por las cucarachas.

Ni el cielo ni la tierra han cicatrizado en mi aún tampoco el rostro de mi abuelo sobre el mío, por eso evito las palabras al escribir o lo hago con una tinta transparente que sale de mi garganta para que esos ciegos puedan leerme una vez que estén muertos como el hijo que me abraza desde el futuro y se mete en mi cama para recordarme que esto es una reescritura.

Afuera llueve y ojalá las nubes destrocen la ciudad y luego los huesos sepultados en mi cuerpo para que sienta la necesidad de meterme en una boca y taparme la cabeza con una lengua dándole forma al aire.

La forma de un perro que se alimente con estrellas y ojos.

Tantas cosas son las que se podrían decir en este preciso momento.

Es cierto que sin el rostro la máscara vive y habla con nuestra propia voz. Es el mismo temblor en el pecho a que sus palabras nos arranquen los dientes y se haga con ellos el pequeño esqueleto de un dragón que devore mi castillo incendiándose.

Todo se perdió salvo estas cuatro paredes, mis dos manos y una corona para dársela a quien viaja en mí sin darme cuenta, a mi verdadero enemigo.


Resaca solidaria

Hace un mes que estoy en este bar
me echaron de mi casa
ese día lloré, lloré mucho
porque yo vivía en el cielo,
allá tenía el pelo largo sin piojos
y nunca terminaba de rodillas en el piso
de tanto tomar,
acá todos se ríen en dosis pequeñas
es como una costumbre para matar al tiempo
apestoso y delirante
caminan sobre una cuerda floja
que hay entre mesa y mesa
pero jamás se caen.

Los ladrones dan un respiro al entrar
e invitan cigarrillos mientras hablan
como si estuvieran alrededor de una fogata
y con los pies metidos en un río
pero es un gato el que quiere saltar a sus piernas
y al fondo una canción invita a vomitar los ojos.

Está frío y esa puerta nunca se cierra
los fantasmas entran por ahí
y las paredes las atraviesan las cucarachas;
todo parece normal y en efecto lo es,
las ratas se comieron lo último
que quedaba en mi boca,
hablar con alguien sería sólo para echarlo
o para decirle que pase la noche conmigo
pero en mapudungún.

Tengo los pulmones ahogados en estiércol,
quisiera botarlos a la basura
a pesar que el tarro esté lleno:
corazones, testículos, ojos, lenguas;
los perros olfatean alrededor
junto a unos hombres pálidos y lentos
que confunden el hambre con un misterio
revelado a tantos pero que a tan pocos importa.

Bebo otro trago de veneno,
es un licor de espinas que se clavan en el cerebro
algo así como una hechicería
para poder seguir tomando
y matando hormigas con la mirada,
así mismo hizo dios conmigo
cuando me echó hace un mes
por haber querido escribir tan solo un poema.

Hoy nosotros también somos los desencontrados,
entre la nuca y el cuello tenemos enterrado
el cuchillo de la necesidad.

Desde arriba observan todo
esperando a que uno caiga detrás del abismo,
anónimo y solo como todos esos miles.

Los días seguirán pasando con el viento
pero acá se quedarán detenidos
en esta casa solitaria
atada a un poste de luz
porque aquí la noche dura toda la vida.


Vestir a la muerte

Escribo desde el limbo
aunque esté allá abajo enterrado
escupiendo mosquitos
que la Muerte luego devorará con sus ojos
al igual que a esas largas filas de canas y arrugas
que ríen despreocupadas buscando las orillas del océano
como si allí la sal no permitiese
la desintegración de los átomos.
Cada día la sangre se evapora de sus rostros
y los huesos estallan como fuegos artificiales
sobre los pesebres que significan cada final de año;
los niños también temen porque
una casa sola quizá sea más trágica
que la vida en el más allá, es decir, acá.
Lo escribiré tantas veces como jirones de mi piel queden:
inútil es todo lo que no desaparezca
nunca existió,
el sol, el aire, todo se ha ido.
Se seguirán leyendo poemas y habrá ruido
también relojes, drogas, rincones y sed.
No inventé nada
fueron los ciegos lo que me dijeron esto
mientras contemplaban los restos de mi cuerpo dormido,
luego se irán a una fiesta
y harán un brindis por mí.

Desde el principio éramos la Muerte y yo, viendo como todo se despedazaba para calentar sus frías manos desde donde arrojaba sobre mi boca el veneno que es imaginar la infancia y todos los asesinos que la rodean. Mis huesos hablan más que yo. Mis escombros están condenados a vivir más que yo. El día del juicio se perdió y todos los misterios ahí no más quedaron, en esas calles, en esas pieles, en esos espejos, esas heridas, esas caras. De mamífero sólo me queda un poco de pelo y algunos dientes, pero también las ansias de volar enloquecido por los aires, volar buscando las cenizas de las ciudades que nunca conocí. Viajar lejos, muy lejos, donde los siglos duren un día y los colores sean en blanco y negro. Está amaneciendo y creo que es la hora de volver, la Muerte ha partido, debo regresar a la eternidad.


Zona 3

1 la noche cayó de improviso
y casi nos aplastó
pero nos escondimos en el Zona 3
y nos hicimos cómplices
de todos los posibles delitos

2.......[acá debería ser textual,
.....................................pero no lo soy]

3 el negro me queda bien
como a las estrellas

11 nunca es demasiado tarde

13 SERÁ QUE LA MUERTE ES UNA FIESTA CORTA

16 quiero estar contigo aquí
hasta la próxima reencarnación

19 frote

22 no vengan a chile
ya todos los poetas están muertos
y los buenos
estamos próximos a irnos

26 la boca se me hace cerveza
y me irrita no saber de qué está hecha

31 queremos estar acompañados
pero cada uno con su soledad

33 quien me compra un trago...
todos me convidan cerveza
pero
¿quién me compra un libro?

37 quiero irme contigo
aunque todo nos quede lejos

41 aquí no tengo problemas
con romperle la cabeza a alguien
menos el corazón

49 desfigurados.....desfigurados......desfigurados

51 la imaginación es ilegal

52 juguemos a la botella

65 podría tomar hasta morir
y luego tener una sobria ceremonia

69 leer poemas me parece de mal gusto

76 una fantasía
que los hombres se amen

81 vamos al baño

85 haberlo dado todo
no es haberlo perdido

86 cuando los muertos empiezan a aparecer
es mejor poner una canción y bailar

87 o hacer alguna que otra maldad

91 TAL VEZ ESCRIBA UN POEMA AQUÍ
...................(o me olvide de uno de ellos para siempre)

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