martes, 9 de junio de 2009

entrevistas / Caracol de la palabra: Otto Raúl González



A partir del 9 de junio, semanalmente daremos a conocer una serie de entrevistas que el poeta y periodista cultural Enrique Hidalgo Mellanes (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1967) a lo largo de su carrera, ha realizado a creadores literarios de diversas latitudes. En esta ocasión, tuvo oportunidad de entrevistar a uno de los descendientes del ya extinto Otto Raúl González (1921-2007) poeta guatemalteco cuyas letras trascendieron, sin duda, todo tipo de fronteras.


OTTO RAÚL GONZÁLEZ.
PREMIO DE POESÍA JAIME SABINES 1989


.......................PPor: Enrique Hidalgo Mellanes


Otto-Raúl González nació en la ciudad de Guatemala el 10 de enero de 1921. En 1994, llega México como cónsul de su país natal; posteriormente es catedrático de la Licenciatura de Derecho de la Universidad Autónoma de México. Fue fundador de la revista Acento de la UNAM.

Su obra está traducida en varios idiomas; entre sus libros de poesía sobresalen: Para quienes gustan oír caer la lluvia sobre el tejado, 1962; Cuchillo de caza, 1964; Diez colores nuevos, 1967; Poesía fundamental, 1974; El hombre de las lámparas celestes, 1979; Palidromagia, 1983; entre otros.

En el terreno de la narrativa, destaca su novela Diario de Leona Vicario, 1982. Obtuvo varios galardones, entre los que se cuentan: el Premio de Poesía Quetzal de Oro, Guatemala, 1974; el Premio Nacional de Poesía de Baja California, 1979; y en 1989, el Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines con el poemario El conejo de las orejas en reposo. El poeta Otto-Raúl González falleció en el 2007.

El día de la entrega del Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines 1989 tuvimos una breve charla. Acordamos que lo entrevistaría en la ciudad de México. Ese posible encuentro se fue extendiendo hasta que me enteré de su muerte. En 2008 contacté a su hijo, Otto Raúl González II y en abril de 2009, él recuerda a su padre, el poeta.


Evocación del presente

¿Cómo vivió la poesía don Otto Raúl González?
La vivió siempre en forma apasionada, total. Mi padre consideró siempre que él nació para escribir poesía; haberse casado y tener hijos lo complementaban como hombre, como ser humano. Pero él fue poeta, vivió poeta y murió siendo poeta antes que cualquier otra cosa. Él entendió a la poesía como un medio de expresar las cosas buenas y las cosas malas que vive la gente, la sociedad, el pueblo de cada rincón de este mundo.

¿Dónde leía?, ¿Cuáles eran sus autores favoritos?
Uno de sus sueños cumplidos fue crear su biblioteca y vivir en ella y para ella. Durante años, luchando por sacar a flote a sus seis hijos –siempre con el apoyo de Haydée, mi madre- fue construyendo poco a poco este patrimonio y finalmente logró construir en el piso superior de nuestra casa su espacio, su estudio, su rincón favorito, su biblioteca.

Ahí subía -tras desayunar, siempre frugalmente, con nosotros- a escribir y a leer todo el día; pena nos daba interrumpirlo para algo tan prosaico como comer o cenar. Él, a veces, prefería hacer los dos tiempos (comida y cena) en uno solo para no bajar dos veces. Era feliz allá arriba devorando siempre revistas de literatura (Alforja, Letras Libres, El universo del búho, o ediciones de poetas jóvenes o releyendo a autores que le atrajeron mucho como Aldous Huxley (me recomendó leer la maravillosa novela Contrapunto de este autor ingles) y Anatole France. Además le gustó mucho la obra de Laura Restrepo.

¿Qué le asombraba de la vida?
La fuerza de la vida. Un claro ejemplo de su asombro por la supervivencia de la vida se dio cuando una vez en que tuvimos que pedirle a las autoridades estatales de protección al ambiente que talaran una frondosa jacaranda que amenazaba con tirar banquetas, cables y postes aledaños. Y éstas lo hicieron dejando solo un tronco inerte. Mi padre con una sonrisa triunfal me llamó pocos días después y me dijo: “Mira, mira cómo viene ya naciendo una rama nueva en el tronco. Nada puede detener el empuje de la vida, las ganas de vivir...” y estaba realmente contento.


La poesía y el poeta

¿Cómo vivió el poeta Otto Raúl González?

Con una congruencia absoluta con su vida y su obra. Nunca dejó de escribir en contra de las injusticias de los poderosos, en contra del pueblo indefenso, sus poemas siempre mantuvieron carácter social, compromiso... en la otra faceta, en la del amor y la vida nunca cesó de halagar a la mujer y la obra de la naturaleza.

Su papá escribió 40 libros de poesía. ¿Por cuáles de ellos él tenía preferencias? ¿Cuál prefiere usted?
Indudablemente Voz y voto del geranio, su primer libro, es una obra que siempre le produjo orgullo, pues fue ésta, uno de los detonantes para el cambio político-social que intentó vivir Guatemala allá por la mitad del siglo pasado; luego, con el correr de los años, sus favoritos incluyeron dos obras más: Diez colores nuevos (poemario que tiene ya, más de 40 ediciones y reediciones, “incluyendo las piratas”, como él solía decir alegremente) y Oratorio del maíz, Premio Olímpico en 1968, por cierto. Yo en lo particular coincido con mi padre en esta selección donde sólo aumentaría uno que es un clásico y que, desgraciadamente (como casi toda su obra) fue publicado con un tiraje mínimo y triste: se trata de un poemario titulado Para quienes gustan oír caer la lluvia sobre el tejado que reúne sus bellísimos poemas ideográficos o caligramas como también son conocidos.

En 1989, don Otto Raúl González ganó el premio de poesía Jaime Sabines con el libro El conejo de las orejas en reposo. ¿Sabe usted cómo se escribió este libro?
El conejo con las orejas en reposo representa la esencia de mí Otto-Raúl González como creador, como poeta pleno. En este libro mi padre vierte todo su amor por el mundo maya –recuerdo en este instante que el siempre “presumió” ser descendiente de Tecún Umán, gran señor Guatemala- describe en él todo el entorno mágico en que se desarrolló esta civilización: su historia, sus conocimientos, su gente.

Es un libro del que él particularmente se sentía orgulloso. No fue escrito ex profeso para concursar en el Premio Jaime Sabines (que finalmente ganó) sino que fue una bella colección de obra inédita donde descubrió –contento- que tenía esa unidad temática que finalmente es parte de toda su obra: el hombre, su historia y su entorno.

¿Qué pensaba él del otro poeta, Jaime Sabines?
Cuando –en compañía de mi madre y mía- mi padre viajó a recibir el Premio Jaime Sabines, nos platicó que conocía al autor de Horal, desde los días universitarios en Mascarones, en la Ciudad de México allá en la década de los 40, aunque nunca establecieron una relación o una amistad y que ahora sería una oportunidad magnifica para iniciarla. Sabines enfermó. Nosotros regresamos a la capital y nuevamente el acercamiento quedaría para otra ocasión. Aunque mi padre prefirió siempre las formas clásicas como el soneto, las liras o las octavas, le agradaba mucho la poesía de Sabines, solía recomendar su lectura a sus jóvenes pupilos pues consideraba que a través de las líneas del autor chiapaneco se lograba una inmejorable entrada al mundo de la poesía.

2 comentarios:

Administrador: GRUPO "ALFORZA" dijo...

QUE BUENO ENCONTRRAR BLOGS DE POESIA CHIAPANECA, HACE RATO QUE LLEVO ESCRIBIENDO ALGO. NO MUCHO, ESTABA BUSCANDO ALGUN LUGAR POR LA WEB PARA DARME A CONOCER. MI CORREO ES BATACO_SCHADOW.

El Arbitrario dijo...

Muchas gracias por el comentario mi estimado. Estaremos en contacto.

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