jueves, 2 de octubre de 2008

2 de octubre no se olvida

Foto: Cartón de "El Fisgón" para La Jornada
(2 de octubre del 2007). Extraído de Oaxaca Diario


Por la tarde, Fernando y yo fuimos objeto de nuevas "críticas" anónimas. Insultos sin sentido, qué pensar de un fundamento, hacia su familia y su persona. Comprendo la molestia de Fernando. Respondió arrebatadamente, con la misma moneda, con las mismas palabras. No es mi intención, como amigo suyo que soy —sí, pésele a quien le pese, lo reafirmo— dejarlo mal plantado por causa de reproducir estas cuestiones. Sólo quiero que sepa que cuenta con mi expreso apoyo siempre. Que la cobardía de sus "detractores" debería tenerlo sin cuidado. El sentido común indica que son meras provocaciones y es absurdo enardecerse por ello. ¿Es posible combatir el fuego con el fuego?

Para mí fue otro de los dardos. Mi querido anónimo me acusó de vendido, de "puta que sirve a sus clientes" como un perro. Que "mi Chiapas sangra y yo sólo contesto con poesía". ¿Y qué puedo hacer al respecto, en un estado donde prácticamente todo está comprado, donde los aplausos se dirigen siempre al mismo estrado, a las manos que dirigen el curso de nuestro pueblo?

Pensé en reformar mi vida haciendo estudios más serios, materias que sí me dieran de comer algún día y no como ahora, que soy un triste zangano que escribe desde su cuarto compartido, que vive todavía con su madre y que por orgullo no consigue un trabajo como todos. Pero la realidad me dice que estoy demasiado embarcado en todo esto, y que dar un paso atrás apunta, en primer lugar, a la mejor de las decisiones, y en segunda, a dar el brazo a torcer y arranarse, como muchos. Yo no soy de estos últimos, aclaro.

Aceptar esta condición no implica que sea anarquista, izquierdista, apartidista y todos los "istas" que existen y que denominan una actitud política. No suelo, de mi parte, tener una, pues sencillamente soy un ignorante metido a estudiante, aspirante a poeta siempre, con dos o tres libros bajo el brazo, no más. Quien desee comprobar mi condición que me haga un examen y vea cómo le contesto. No invento ni pretendo nada, como cierto amigo que creyó que la historia de mis días era una breve e imaginaria fabulación, casi casi que Chéjov, décadas antes, había narrado de una mejor manera.


Sucede lo mismo con compañeros de facultad, para no ir tan lejos, o simples universitarios, para abarcar un mayor universo de actitudes. Comprendo que la juventud es una etapa romántica —en su concepción literaria—, febril y, evocando el mismo término, bastante arrebatada. Por mi parte, no suelo cometer idioteces tan a menudo. Pueden tacharme de aburrido, pero sí algo me enseñó la vida, y sobre todo mi señora madre, es pensar bien las cosas antes de hacerlas y no hacer el rídiculo o dejarse llevar por cualquier cosa.

La sabiduría, así como la formación, lejos están de leer miles y miles de volumenes engorrosos de teorías y demás asuntos filoménicos. Con dominar las bases del aprendizaje (observar, escuchar, leer y escribir) estamos prácticamente del otro lado. Pero nadie atiende esto tan básico y sencillo. Somos universitarios, peleamos por todo, bebemos trago, llevamos a la praxis la teoría misma del desmadre. Y el 2 de octubre es una fecha especial para estas cosas.

Todos se sienten revolucionarios, todos gustarían de pertenecer al Partido Comunista, todos gritarían en la plancha de un Zócalo ideal las consignas contra el gobierno y sus puercos fascistas. Está bien, creo, sentir en el pecho los ardores de esa fecha. Pero, ¿quienes están dispuestos verdaderamente a morir por esa causa, y qué decir, por una sola causa?

Creo que ven el asunto con el interés y los ojillos de un bibliotecario que revisa sus archivos más queridos, los desempolva y se sonríe de haber cometido tantas idioteces cuando joven.

El 2 de octubre no se olvida, claro, pero esto es sólo un lejano testimonio. Los 60's fueron una década de transformaciones sin precendentes. Cambios espirituales, geográficos, políticos, prácticamente evolutivos. Nuestra década, a punto de acabar, ha presenciado las mismas guerras inútiles, guerras que llevan, entre dientes, la sonrisa burlona de los usureros y los comerciantes sin escrúpulos.

El 2 de octubre es una fecha especialísima, donde seguro se pintarán muchas paredes, se elevarán las pancartas de protesta, todos gritarán por la libertad de los ideales de los hermanos caídos en la masacre. Pero, tras esto, nuestro país seguirá en las mismas. Jodido como siempre.

Al menos ahora la muerte no se lleva vidas inocentes, juventudes que corresponden a otras jurisdicciones en sus planes. La muerte se encarga de mostrarnos la violencia acérrima en pasarelas diarias de asesinatos, de un país que poco a poco se vende y se reparte en mejores manos, de un país atacado que se inunda en su propio vaso de agua.

Recordar el octubre del 68 es parte de la institucionalización de los mártires. Esta fecha, de pronto, será como celebrar la Navidad o el Año Nuevo.

Para culminar estas palabras, a manera de homenaje, transcribo algunos textos de nuestro compatriota Jaime Sabines (1926-1999). Pertenecientes a Maltiempo, trabajo publicado en 1972 y que extraigo del libro Jaime Sabines. Recuento de poemas (1950/1993), publicado por la editorial Joaquín Mortiz en 1997.

Jaime Sabines, que lo sepa el mundo, escribió más que sólo "Los amorosos". Creer que tiene sólo este momento en su poesía, es lo mismo que pensar en Neruda y su Canción desesperada. Los conceptos se alían por una popularidad inobjetable que, en el caso de Sabines, recae en una burda institucionalización que toma esto como un estandarte, opacando otros textos que hacen de este autor un poeta fresco, pero sobre todo, sincero y sin contemplaciones al momento de enunciar los objetos que le rodean y provocan.


Fabián Rivera

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
2 de octubre de 2008.





XXXVI

La policía irrumpió en la casa y atrapó a los participantes de aquella fiesta. Se los llevó a la cárcel por lujuriosos y perversos. Era natural. La policía no puede irrumpir en las calles y acabar con otros escándalos, como el de la miseria.

“Como pájaros perdidos”, Maltiempo, 1972


Tlatelolco 68

1

Nadie sabe el número exacto de los muertos,
ni siquiera los asesinos,
ni siquiera el criminal.
(Ciertamente, ya llegó a la historia
este hombre pequeño por todas partes,
incapaz de todo menos del rencor.)

Tlatelolco será mencionado en los años que vienen
como hoy hablamos de Río Blanco y Cananea,
pero esto fue peor,
aquí han matado al pueblo:
no eran obreros parapetados en la huelga,
eran mujeres y niños, estudiantes,
jovencitos de quince años,
una muchacha que iba al cine,
una criatura en el vientre de su madre,
todos barridos, certeramente acribillados
por la metralla del Orden y la Justicia Social.

A los tres días, el ejército era la víctima de los desalmados,
y el pueblo se aprestaba jubiloso
a celebrar las Olimpiadas, que darían gloria a México.


2

El crimen está allí,
cubierto de hojas de periódicos,
con televisores, con radios, con banderas olímpicas.

El aire denso, inmóvil,
el terror, la ignominia.

Alrededor las voces, el tránsito, la vida.
Y el crimen está allí.


3

Habría que lavar no sólo el piso: la memoria.
Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
asesinar también a los deudos,
que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
en una enredadera: nos salpica,
nos moja de vergüenza, de vergüenza, de vergüenza.

Las bocas de los muertos nos escupen
una perpetua sangre quieta.


4

Confiaremos en la mala memoria de la gente,
ordenaremos los restos,
perdonaremos a los sobrevivientes,
daremos libertad a los encarcelados,
seremos generosos, magnánimos y prudentes.

Nos han metido las ideas exóticas como una lavativa.
pero instauramos la paz,
consolidamos las instituciones;
los comerciantes están con nosotros,
los banqueros, los políticos auténticamente mexicanos,
los colegios particulares,
las personas respetables.

Hemos destruido la conjura,
aumentamos nuestro poder:
ya no nos caeremos de la cama
porque tendremos dulces sueños.

Tenemos Secretarios de Estado capaces
de transformar la mierda en esencias aromáticas,
diputados y senadores alquimistas,
líderes inefables, chulísimos,
un tropel de putos espirituales
enarbolando nuestra bandera gallardamente.

Aquí no ha pasado nada.
Comienza nuestro reino.


5

En las planchas de la Delegación están los cadáveres.
Semidesnudos, fríos, agujereados,
algunos con el rostro de un muerto.
Afuera, la gente se amontona, se impacienta,
espera no encontrar el suyo:
"Vaya usted a buscar a otra parte."


6

La juventud es el tema
dentro de la Revolución.
El Gobierno apadrina a los héroes.
El peso mexicano está firme
y el desarrollo del país es ascendente.
Siguen las tiras cómicas y los bandidos en la televisión.
Hemos demostrado al mundo que somos capaces,
respetuosos, hospitalarios, sensibles
(¡Qué Olimpiada maravillosa!),
y ahora vamos a seguir con el "Metro"
porque el progreso no puede detenerse.

Las mujeres, de rosa,
los hombres, de azul cielo,
desfilan los mexicanos en la unidad gloriosa
que construye la patria de nuestros sueños.

“Testimonios”, Maltiempo, 1972


Diario oficial

(Marzo de 70)


Por decreto presidencial: el pueblo no existe.
El pueblo es útil para hablar en banquetes:
"Brindo por el pueblo de México",
"Brindo por el pueblo de Estados Unidos."

También sirve el pueblo para otros menesteres literarios:
escribir el cuento de la democracia,
publicar la revista de la revolución,
hacer la crónica de los grandes ideales.

El pueblo es una entidad pluscuamperfecta
generosamente abstracta e infinita.
Sirve también para que jóvenes idiotas
aumenten el área de los panteones
o embaracen las cárceles
o aprendan a ser ricos.

Lo mejor de todo lo ha dicho un señor Ministro:
"Con el pueblo me limpio el culo."
He aquí lo máximo que puede llegar a ser el pueblo:
un rollo de papel higiénico
para escribir la historia contemporánea con las uñas.

“Testimonios”, Maltiempo, 1972


SABINES Jaime, Recuento de poemas (1950/1993), Ed. Joaquín Mortiz; México: 1997. 286 pp.

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