domingo, 7 de septiembre de 2008

Jorge Aulicino



Bio-bibliografía

Poeta y periodista. Nació en 1949 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Integró el taller autogestionado "Mario Jorge De Lellis" a comienzos de los años setentas y formó parte del Consejo de Dirección de Diario de poesía entre 1986 y 1992. Fue jurado de diversos premios literarios de la Argentina, entre ellos el Premio Nacional de Poesía. Realizó versiones de poemas de Guido Cavalcanti, de John Keats, de Eugenio Montale (entre otros poetas italianos) y del argentino-italiano Rodolfo Wilcock.

En 1980 ingresó en el diario Clarín, en el que trabaja actualmente. Es columnista y editor general adjunto de la revista de cultura "Ñ", de ese diario. Cuenta, entre sus publicaciones, los siguientes libros: Vuelo bajo (1974), Poeta antiguo (1980), La caída de los cuerpos (1983), Paisaje con autor (1988), Hombres en un restaurante (1994), Almas en movimiento (1995), La línea del coyote (1999).

En 2000 se editó una antología de su obra editada hasta entonces, bajo el título La poesía era un bello país, con prólogo de Marcelo Cohen y una entrevista de Jorge Fondebrider. Ese mismo año editó Las Vegas. En 2003, publicó La luz checoslovaca y La nada. En 2004, Hostias y en 2006, Máquina de faro. Coordina el blog Otra iglesia es imposible y parte de su labor poética aparece publicada en el espacio Viejo smoking.


Poética

Escribo la poesía como un ejercicio de la imaginación histórica, filosófica, religiosa, antropológica. En determinadas ocasiones, las palabras, luego las líneas, adquieren una levedad que me producen un circunstancial estado beatífico, como si viera una escena en el marco de un cosmos instantáneo y pasajero, como si sincrónicamente convergieran destellos de una totalidad en un punto, para luego esfumarse. Creo que practico una épica fragmentaria. La estructura del poema comprende para mí, en cierto lugar, o en varios, una articulación, una bisagra invisible que podría expresarse en la frase novelesca “mientras tanto, en otra parte”. En principio, esas secuencias articuladas, abisagradas, tienen una relación que desconozco.


Poemas

5


Ve por él, ve por Ulises, por el pespunte de los ríos
y de los archipiélagos. Busca su nación que sobrevive
en el sonido fortuito de los mercados, en la madera
de los embalajes y en el olor violento de los desagües.
Viejo con mañas, salvando el horror del abismo
y de las maravillas, las sirenas y el Hades, el círculo
y la raya. Ve hacia su estupor que gira entre las islas
como restos en un sumidero. Tráelo para que tienda
por última vez el arco. Que de su ceño vuelen
el halcón y el búho, de su frente se borren la hecatombe,
la sombra del saqueo y la venganza.

Aquellos, inclinados sobre la herramienta,
el dado que corre o la gotera,
se tiñen de suave resplandor
cuando en el borde de un pensamiento
ven el rostro del que hablaba a los suyos
en el nido revuelto de la borrasca.

O cuando recuerdan el doble perfil de la mujer de Delfos:
palabras luminosas y extrañas para decir
la trama que hasta allí los condujo;
y el murmullo del día, la lista del trabajo,
no olvides el abrigo, el pan,
la teja aquella, rota.

Tal vez ya se esté yendo algo de nosotros,
                                       /pero aún está, ¿lo ven?
Cuando se iluminan aquellos edificios con un sol que se apaga,
como si Palas los hubiese tocado en su vuelo hacia el ocaso.

De La luz checoslovaca, 2003.


Rosebud

Es decir estuvo lo suficientemente solo bajo la rama de un arce.
Levantó los ojos, los bajó, con infinita insistencia.
Se privó de todo.
Y cuando levantaba la vista veía: el arce
—una palabra—; humo, una nube amarilla.
Y cuando bajaba la vista veía una mata de pasto aplastada
donde habitaban unas moscas grises.
El hecho finalizó hacia la primavera de 1956.
Cuando presentó su experiencia a los mayores,
ellos entendieron que el chico volvía de la guerra de guerrillas,
porque en realidad no dijo una palabra.
"Este chico hablará el día del Juicio", dijo la abuela,
                                     /pero se equivocaba.
Aquella permanencia bajo el arce —una palabra—
había sumido al chico en esta reflexión:
"Tengo la potestad de irme de las palabras,
lo que significa lisa y llanamente irme.
Y, de permanecer bajo el arce —una palabra—
no puedo decir nada, puesto que soy un chico bajo el arce".
No había que entender que aquello significara nada.
Excepto que el chico estaba bajo el arce, definitivamente
perdido para los significantes,
en una eternidad que carecía de sentido.

De Paisaje con autor, 1988.


Cierta dureza en la sintaxis (fragmentos inéditos)

1


Cierta dureza en la sintaxis indicaba la poca versatilidad
de aquellos cadáveres; el betún cuarteado de las botas
y ese decir desligado del verbo; verbos auxiliares,
modos verbales elegantemente suspendidos, elididos,
en la sabia equitación de una vieja práctica.
¿De qué hablás, de qué hablás? Pero si fue ayer...
Fue ayer... Estabas frente al lago de ese río:
qué lejana esa costa, qué neblinosa y mañanera.
Lo tenías todo, no te habías arrastrado en la escoria
de las batallas perdidas antes de empezadas,
no andabas en el orín de estos muertos...
Lo comprendo, no era el Danubio, era el Paraná
que marea porque viene del cielo cerebral, pero aun así...
¿Se justifica la alegre inacción, el pensamiento venteado?
Abeja: la más pequeña de las aves, nace de la carne del buey.
Araña: gusano que se alimenta del aire. Calandria: la que
canta la enfermedad y puede curarla. Perdiz: ave embustera.


21

El núcleo proletario, integrado por tejedores
y pequeños burgueses, razas inferiores
de índole industrial y comercial, pacifistas
mujeriles para, digamos, el Kaiser,
también se hizo cargo de las armas
y aprendió a manejarlas virilmente.
Así que cuando Stalin mandó dispararle un tiro
en la nuca a Zinoviev, sus oficiales y suboficiales
tenían un trato austero con las culatas.
Sus ejércitos y tiradores podían plantarse con solvencia
ante las tropas de alemanes y esgrimistas de raza.
Como una estirpe ante otra.


22

Es indiferente que con alegría campesina
los rojos dispararan el “órgano de Stalin”.
La cuestión de que un obrero de base
haya diseñado el mejor fusil de las futuras guerras
es también un hecho menor.
Cuando se paraban frente a la mesa de arena
o cuando manejaban el plomo y el abastecimiento
en el terreno de las operaciones,
los generales del Partido eran eficientes y célebres.


23

Los esclavos huían por las estepas acribilladas
con el quizás y la vida, aunque en despojos.
Sintieron el pánico ante los Panzer
y el olor de la sangre.
En un segundo ponían en la balanza
la duda en el triunfo final
y el estar en el hospital canalizados y oyendo
los quejidos de los camaradas
y la voz del comisario político, una certeza.
O muertos, carroña indiferente a la victoria.
Así, retrocedieron pero no entregaron sus ciudades.
La aldea sí, la égloga, Esenin, el fuego y la piara.
Su origen y sus madres. No el Kremlin.
No las pútridas cañerías de Stalingrado.
Resistieron como ratas, con el culo expuesto a sus generales
y el disparo de los propios que seguía a los desertores.
Avanzaron con el invierno entre cadáveres y trazadoras.
Y entre dientes decían que la huída es vaguedad.
El que escapa de verdad deja su cuerpo
a los cuervos y al juicio del Partido.


24

Durante las noches no fuiste acechado.
Estabas entre la suma restricción de los forzados.
Cada uno de los que dormían en sus departamentos
veía sombras o fuego en sueños o despertaba
mirando sus manos, su cuerpo, como vos,
iluminados por la lamparita tenue, el sudor amarillo.


25

Lo que condenan a tu alrededor es la muerte joven.
Con malicia has preguntado si a la muerte o al que muere.
¿Es honorable llegar a viejo y hartarse de comida?
¿No es honorable fumar y enfermarse de gripe española?
A mis setenta años seguiré haciendo muecas.
Pues las palabras son equívocas
cuando el anochecer se levanta.

2 comentarios:

Fabián Rivera dijo...

Un saludo Jorge, desde Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Agradecemos tu colaboración en nuestro espacio.

Un abrazo.

Jorge Aulicino dijo...

Gracias, Fabián, y el Consejo Editorial, por incluirme en este espacio creativo. Me siento honrado. Un abrazo desde Buenos Aires y los mejores augurios para el blog

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