domingo, 8 de agosto de 2010

Alí Calderón

Fotografía tomada del sitio f,l,m.

bio-bilbiografía


Alí Calderón (Ciudad de México, 1982) es poeta, editor y crítico literario. Maestro en Literatura Mexicana. En 2007 recibió el Premio Latinoamericano de Poesía Benemérito de América. Fue merecedor, en 2004, del Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde. Becario de la primera generación de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía. En 2003 obtuvo el Premio Ínter-universitario de ensayo del Estado de Puebla. Es autor del poemario Imago prima, Universidad Autónoma de Zacatecas, 2005 y Ser en el mundo, UABJO, 2007; del libro de ensayos La generación de los cincuenta, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2005 y coordinador de la antología La luz que va dando nombre 1965-1985 20 años de la poesía última en México, Secretaría de Cultura de Puebla, 2007. Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de Puebla 2006 y del FONCA, en el área de poesía, para jóvenes creadores.

poética

poemas

CANCIÓN DE ARNAUT DANIEL PARA SU DAMA
I

Yo l vos publich: amar dretament vós
Ausias March


NUNCA PENSÉ CUANDO TE VI con collarín y sweater si recuerdo bien de tono lila
que terminaríamos haciendo lo que hoy con esta sofisticación gracias a las horas largas de práctica tan bien hacemos
Solía recurrentemente entonces delinear en la memoria tus caderas
mis ansias palpaban la inexorablemente inconclusa redondez del deseo de tu cuerpo
y pude intuir incluso la suavidad y aroma de tu cuello bajo los deslices de mi lengua
Dónde estabas hace un par de años preguntaste
pero nuestra posibilidad latía decenas de centurias antes de que tú y yo lo hubiéramos
siquiera presupuesto
Aquí me siento en casa en mi verdadera casa
dulcificado por la seda de tus muslos
profesando y rindiendo culto a una nueva fe que en la consistencia de tu carne encuentra lo altísimo y sacro y etéreo
Cada día
una oscura y al propio tiempo luminosa transubstanciación nos vuelve parte de lo mismo
cobra sentido mi mano al ser sólo una extensión de la tuya
es por ambos que responde mi columna vertebral mis más de doscientos huesos
qué decir del agua en el cuerpo que cuando me miras
irrevocablemente evapora y extingue
Por eso
en esta ya alta hora de la noche
cuando por única luz tengo un cierto brillo de tus ojos ardo
me combustiono en una lumbre táctil
te beso te libero de la blusa y tras vencer las varillas del brazier
libo con devotísimo fervor tus pezones hasta desgastarlos y adolorirlos
para no quitarme más de la boca nunca su sabor
Y reposar en tu vientre modelar con mi palma tu cintura cada centímetro del talle
tensar el arco que se forma entre tu espalda baja y las nalgas
sembrar papilas gustativas en pantorrillas e ingles
para finalmente…
Por eso
en esta ya alta hora de la noche
—le dije al oído mientras hundía en su piel mi pelvis—
por eso
me quema el pecho algo muy semejante
muy parecido
al amor.

II


Un altr’esguart lo meu voler pratica
quant en amar-vos, dona, se contenta.
Ausias March

LAS PÁGINAS DE MI DÍA AMARILLAN
cuando te despides incluso momentáneamente
Vientos helados estremecen la espalda los flancos y briznan mi pecho
guardo un silencio más allá de lo habitual
reconstruyo tus pasos tus gestos únicos
y corre al instante la fina película de la memoria:
...........falda rosa y cinta fucsia alrededor del talle
...........desnudez plenitud de bruces en la cama de una habitación oscura
...........con la inminencia de una cita de Borges al estacionarte en un solo movimiento
y luego inevitablemente
aquella tarde en que cerrabas la cajuela y caía cascada magnífica el cabello sobre tus hombros
las terneras pastando apaciblemente entre los lirios imagen vulgar son frente al recuerdo de los broches vencidos de tu treinta y cuatro be
el sexo de ornitorrinco y gladiolo ensoñación ínfima frente al oasis de frescor en que cotidianamente abrevo
y cada postal una copa de vino es en que me hundo
y sorbo la más dichosa dionisíaca embriaguez
Porque cada hasta luego deja en mi palma un hueco que sólo la tibia densidad y firmeza de tu pecho colma
un caudal de palabras entre tus labios gloss rosa ligero y mi lóbulo que simplemente
no fluye
un abismarse tan 9.81 tan profundo y vertiginoso que vuelve ridículas inanes las cuitas del joven Werther
Ah es entonces el perfume de tu cuerpo
esa sonrisa de publicidad dental que me insomnia
los días nublados que tanto te fastidian y cuando no estás conmigo omnipresentan y ubicuan
son pues astillas leves lascas que hieren con su filo
e interrumpen abrupta o delicadamente la tortura
cuando de forma única y de nueva cuenta
con o sin motivo
nos reencontramos.


III

Tots mos desigs sobre vós los escamp;
tot és dins vós lo que m fa desijar.

Ausias March

HOY QUE UN PAR DE MILES DE MILLAS un muro crecen infranqueable
y que rondan mi habitación a oscuras
los días aquellos
cuando edificamos el recuerdo y modelamos lo que somos
no puedo sino argüir afirmar
que en tu cuerpo encontré un componente
primordial y muy caro al mío
que mis palabras son en virtud sólo de tus labios
que cada una de mis acciones se realiza no porque yo quiera
y más bien porque me son dictadas
desde algún punto irreflexivo ignoto
que precise tal vez confundir aquí
con el corazón
Porque donde fueron una vez sonrisas y tardes plenas
la tibieza de unos pechos afilados y dulces
o el perfume del acto impregnado por doquier
queda sólo esta oquedad en la palma
esta tensión que descoyunta uno a uno los huesos todos
esta impaciencia que aletarga el transcurso de los días
y me muestra lejana
imperceptible casi
la hora de tu regreso.


V


Régle sommaire et génerale: en amour gardez-vous de la
lune et des etoiles, gardez-vous de la Venus de Milo.

Charles Baudelaire


CUANDO CHARLES BAUDELAIRE
leyó los versos de Villon el viejo
habría levantado la mirada,
dirigido certeros venablos pupilares
a las puertas dulces de la Librairie Nouvelle
del igualmente dulce y decadente Boulevard des Italiennes;
allí encontraría, sin duda,
antimodernos paisajes lunares,
litografías de estrellas magníficas
y ese mármol de Milo
del que invariable se guardaba tanto.
Era ella que al modo de un ejército triunfante
cruzaba por el vano
coronada en guirnaldas:
la magnificencia de Jeanne Duval.

Sin embargo, Karla, te aseguro
que al regresar Baudelaire a su alcoba
del Hotel Pimôdan
magnético por la convulsión de la belleza
no sintió por ella ni la centésima parte
de lo que hoy estoy sintiendo por ti.

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