miércoles, 21 de julio de 2010

DEL AMOR Y OTROS DIVORCIOS


Por Óscar Wong

A causa del amor, el vacío se anima y se diferencia por las fuerzas que se atraen y se rechazan y que, por lo tanto, determinan forma y movimiento, mundo y persona; deseo, sufrimiento y gozo, puesto que el amor es el iniciador de todo cuanto existe. Lo contrario –a la ausencia de amor– llamaremos nada, explica Denis de Rougemont en Los mitos del amor (Barcelona, 1999: 213, 201). El autor nos habla de cuatro estados o estadios del amor: 1:La visión intuitiva, como acto del espíritu y conocimiento activo, 2. La emoción del Eros, que procede del alma, 3. El placer sexual, llamada física, aunque el sexo está vinculado a la voluntad del intelecto y, 4. La energía cósmica, alcanzada sólo por el pensamiento, pero a través del mundo de las sensaciones. La dialéctica del amor es abordada por este ensayista suizo, desde la perspectiva de otro libro anterior, Amor y Occidente (1979), donde se ocupa del amor-pasión, de los mitos del alma y del misterio de la persona.

Según Benedetto Croce (Apud Rougemont, Amor y Occidente), el matrimonio es una elección; aunque si se parte de esta premisa, se puede deducir que el divorcio constituye una decisión, una determinación que puede desembocar en suicidios, citas con el psicoterapeuta y “mil y un encantadores gorgoritos”, como diría Gorostiza en Muerte sin fin. Afortunadamente no es el caso de Miguel Ángel Duque (SLP, mayo 9 de 1970), quien a través de 23 textos nos presenta otra visión –y dimensión– del amor, otros aspectos y demás mitos que devienen en mitote. El amor puede ser asumido como fuente periodística y las lágrimas se metamorfosean en lugar común.

Sarcasmo, ironía, guiños intelectuales, humor y rumor corrosivo, punzante, se confabulan para generar un volumen denominado Por divorcio necesario se busca nueva compañera y otros poemas de amor*. Un título tramposo a todas luces, porque puede servir como anuncio publicitario, como aviso de ocasión. Dominas y ninfetas: aquí hay un varón que pretende amancebarse de nueva cuenta, sugiere el título. El dolor, las voces de humano olor (Orlando Guillén dixit) son disfrazadas con el tono sardónico, lo cual vuelve al libro un divertimento, pero muy en serio, donde se advierten diálogos cuasi platónicos entre Ulises y Penélope, que teje la cobija del escarnio público con libelos y declaraciones inquisitorias, reflexiones atinadas donde se advierte que mentir no es más que “deslave de la contradicción” (p. 26)

Ante el divorcio, la pareja se transforma en “hemistiquios de un verso contrapuesto” (p. 41). Pero si el amor en Occidente, según Rougemont, es pasión y ésta significa sufrimiento, ¿qué hacer ante las condiciones que plantea una separación, en este caso un divorcio? Hombre de honor caballeresco, armado con yelmo literario y cota sensitiva, Miguel Ángel Duque se plantea: ¿escribir una novela, un ensayo en verso, un poema narrativo acerca de la tiranía del amor? (p. 29). El resultado es este volumen donde confluyen la sátira, las intenciones cuasi epigramáticas, el humor cáustico, virulento, símiles y metáforas novedosas que van desde la guerra florida al muro de lamentaciones, de campañas electorales y acuerdos políticos, hasta el abstencionismo.

El poema inicial, basado en la I Carta a los Corintios (13:1-13), establece los linderos, las directrices por las que aparentemente va el libro que nos ocupa; aunque preciso que los versículos adaptados revelan que el amor es el mayor de los dones (Biblia, versiones de Nacar-Colunga y Reyna-Valera, respectivamente). Pero en la Biblia de Jerusalem, el amor –traducido muchas veces como caridad– se concibe como servicio o principio activo, (I Ts. 1:3, He. 6: 10) y como principio permanente [el amor nunca deja de ser] (I Co. 13: 8, 13). La caridad, pues, es el mayor de los dones.

Curiosamente, los griegos representaban a la Cáritas como una mujer de enormes pechos, amamantando a una criatura (por eso sugiero: para ser felices es indispensable buscar a las mujeres caritativas). “Buscad la caridad, pero aspirad también a los dones espirituales, especialmente a la profecía. Pues el que habla en lengua no habla a los hombres sino a Dios” (I Co. 14:1-2), citaría a la Biblia de Jerusalem.

Siguiendo a la escritura bíblica, termino precisando: Miguel Ángel Duque profetiza y escribe en la lengua con la que el pueblo suele fablar a su vecino (Berceo dixit); pero el autor potosino también le habla a Dios puesto que vox populi, vox Dei (la voz del pueblo es la voz de Dios). Todo lo demás es lo de menos.


*Miguel Ángel Duque Hernández, Por divorcio necesario

se busca nueva compañera y otros poemas de amor,

UASLP, Méx., 2010, 65 pp.

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