sobre el autor
Dalí
Corona (Ciudad de México, 1983). Ha publicado los libros Voltario (Fondo Editorial Tierra
Adentro, 2007) y Desfiladero
(Chihuahua Arde, 2007). Ha sido incluido en el Anuario de poesía Mexicana 2006, FCE. Participó en
el XII Festival de poesía en la Habana, Cuba en 2007. Poemas suyos han
aparecido en diversas revistas y diarios del país, así como traducciones del
portugués. Su libro Ansiado norte
mereció el Premio Nacional de Poesía “Efraín Huerta” 2009, otorgado por el
estado de Guanajuato. Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el
área de poesía, generación 2008-2009 y 2009-2010. Invitado en la Feria internacional
del libro de Bogotá, Colombia, CORFERIAS, 2010. Beneficiario
del programa Jóvenes creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes
(FONCA), en la especialidad de poesía,
2010-2011. Su último libro, Cartografía
del tiempo, mereció el Premio Nacional de Poesía Joven “Francisco Cervantes
Vidal” 2012. Actualmente hace guiones para la televisión.
poética
poemas
Primaria
Los
hombres, hijo mío, sí lloran.
Eduardo Langagne
La voz de mi hijo al despertarse
no es la misma que al cruzar
la puerta de la escuela.
Un río que en su viaje lleva peces
cuando a las siete en punto se
levanta,
un páramo sombrío cuando suena
la campana que le muestra
que es la hora de empezar las
clases.
Solemos platicar en el camino
de la casa hacia la escuela;
hablamos de los días pasados
y lo que haremos al iniciar las
vacaciones.
Repasamos juntos
vocales y alfabeto,
corregimos juntos
nuestra expresión verbal
para las cenas familiares.
La voz de mi hijo en las mañanas
no es la misma que al cruzar
la puerta de la escuela, algo,
como un banco de peces
le cruza la garganta
y le impide decir “adiós, papá”
cuando me marcho.
Lunes
Lo levanté mucho más temprano que
otros días
porque ahora la entrada es a las
ocho.
Desayunamos fuerte;
le puse en la mochila varios
lápices y gomas
y dos paquetes de colores, por si
acaso.
Lo abrigué completamente
y le prohibí quitarse la chamarra
a pesar de que el sol ya comenzaba
a calentarnos.
Con un cordón até a su cuello
un letrero que indicaba que ese
niño
era el mío.
Lo acerqué a la puerta
y antes de arrojarlo a la soledad
de la primaria
le dije que mi amor por él es
infinito.
Se dirigió a la fila,
que es el patíbulo primero que
recuerdo,
y vi cómo valientemente
caminó, sin voltear, hacia el
salón.
***
El portero del grupo era Roberto, y
Abraham
el que cobraba los penales. Andros,
el que sin querer,
siempre anotaba un gol en nuestra
contra.
Yo siempre fui un defensa central
insuperable
con un extraño atractivo
para las niñas feas del salón.
Mi novia en cuarto año fue Xóchitl,
aunque siempre amé en secreto
a la niña que se sentaba frente a
mí.
Nunca entre nosotros, los amigos,
se interpuso ninguna cosa. Nuestra
amistad era tan fuerte
que ni las abrumadoras derrotas
que nos propinaban los niños de
sexto,
siempre por goliza, menguaron el
afecto.
Hasta que un día, de otro estado,
llegó a nuestro salón Patricia.
Llegó y nos hizo a cada uno
militar
en equipos diferentes.
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