miércoles, 12 de octubre de 2011

Esbozo de un proceso de creación en el arte y la poesía

por: Gabriel Cruz Mayorga



No es fácil sentarse a escribir: la memoria del hombre es muy frágil, apenas es consciente de sí mismo y está olvidando lo que tiene al frente. Si permanecemos es porque detrás de las cosas hay algo. Algo así como un silencio que se ritualiza y se va volviendo parte de nosotros. El mecanismo del olvido funciona así: el silencio no siempre es el mismo, nos ilumina otras perspectivas de las cosas. La costumbre es un recurso de la memoria para evitar la incertidumbre.

Cuando comencé a escribir esto, antes era un amasijo de sensaciones, viejas y nuevas, y la necesidad de expresar me llevo a tender un puente dialógico con todo lo que subyace a la significación. Toda creación comienza por ser abstracta, no tiene una dirección sino la del deseo, que tampoco tiene un rostro muy definido.

Cuando las palabras cristalizan y se materializan y comenzamos a ver a través de ellas y nos olvidamos de nosotros como concreción de lo existente, las palabras chisporrotean, hacen luz en los lugares menos iluminados y ensombrece otros.

No puede haber pensamiento sin palabras, pero en poesía estas se adelantan o se atrasan en una corriente que busca un significado. El poeta o el escritor están ahí para llevar a buen puerto sus palabras, frente a un destino indefinido, sin rostro. El poeta es un espejo donde se reflejan las palabras. Su conocimiento de la poesía lo conduce, no sin temblor, a concretar lo que escucho en alguna conversación, atrás de un paisaje, un eco que no termina de insistir que ahí hay una voz que quiere decir algo.

Por otro lado, el estilo es escuchar de una forma, una forma que solo el poeta reconoce, y que de manera paradigmática, en el momento mismo de la creación, va seleccionando o eliminando, pues bien sabe, por experiencia, qué palabra funciona mejor a la hora de la hora.

Aquello que permanecía amorfo, nace, con asombro, y analógicamente el poema es algo que quiere retratar a la realidad. En arte todo es concreto, decía Paz.

Desde que nació la modernidad la poesía ha querido ser algo absoluto, no la copia de la realidad sino su representación, y más allá aún, se quiere como una nueva realidad, algo que enriquezca la pobreza de la realidad. Con la Vanguardia, y más que nada con Huidobro y su creacionismo, la poesía está inventando la realidad, otra realidad. La vanguardia y su sed de absoluto, y su confianza en el hombre como punto de partida para la creación, subjetivizó el arte y le dio alas.

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