por: Fernando Trejo
Aterrizo en Monterrey.
-El cerro de la silla tiene sombrero y cuando tiene sombrero
seguro hay aguacero.- me dice Jorge Muñoz de la empresa de transportes. -No,
aquí está duro. Uno no tiene vela en el entierro pero si se atraviesan los
malitos, oiga, ps sí llevamos.
Después de recorrer parte de la ciudad y de pensar que cada
camionetón al lado nos iba a disparar, llegamos, por fin, al Hotel Holiday Inn
de Parque Fundidora. Me recibe Sebastián con saco y todo y me hospeda. Me
encamina por ciertos pasillos y escaleras, izquierda, derecha, arriba y
enfrente (¿así va la canción?). ¿Y cómo va a llegar la gente a las lecturas? me
pregunto.
Atravesamos un túnel. Parece un acuario, nomás que éste sin
peces y sin agua. Abrimos otra puerta y ahí hay una plaza. Enoooorme. No puedo
asociarlo con algo más que el Home Depot de mi ciudad. Sí, muy parecido. En
ciertas partes, desde ciertos puntos, parece también un barco gigantestco, o la
construcción inicial de un barco gigantesco; o un set, también parece un set de
rodaje.
Entro a la sala 107. Esta vez, todos escribimos ponencia.
Tenemos un dejo más en la sonrisa porque ya somos ponentes. Aplausos. He
llegado tarde. Sube la siguiente mesa: Negación y memoria: el hoy no escrito.
¿Qué? Sí, así. Como canción de Arjona: Niégalo todo, no hagas memoria. Mejor ya
no escribas. “Aviéntate de un abismo que siempre fue una zapatilla” o “quiero
correr por ahí mientras trepo un cometa y levantarle la falda a la gorda del
barrio”. Bueno, en fin, en fin.
Un profesor joven pide la palabra.
-¿Cómo les digo a mis alumnos que la literatura no es
aburrida, cómo puedo enseñarles a leer?
Hernán Bravo, toma el micrófono.
-Morbo. Sí, con Morbo. Por ahí sí. Es la única manera. A mí
me ha funcionado, bueno, no puedo decir que con todos pero al menos con uno y
ya es ganancia. Inténtalo, dales la literatura como si les dieras algo de
Lupita D’Alessio, así, seguro.
El profesor se emociona, quiere agradecer pero una voz
delgada y alargada, sonámbula e indirecta, pequeña y también triste resuena
desde atrás. Es Neri Tello, a quien no conocía. Qué simpático Neri. Qué
simpático es Neri.
- Pónganle media hora de vergazos. Ah, no, perdón, denles a
leer algo que los adentre, que los identifique desde adentro, para que ellos...
[...] ...puedan sentir lo que se siente.
Salimos al vestíbulo. Hay café y agüita. Saludo a Anaïs, de
Gortari, Hernán. Muchos están crudos.
-Fernaaando Treeejo. Maaaano, enooorme gusto.- me dice Hernán
mientras me abraza. -Oyeeee, qué bueeeeeno que venisteee.- y me da otro abrazo.
Yo estoy emocionado también. Hay que beber. Antonio Salinas platica.
- Pero qué gordo estáj mi Fer.
- Y eso que juego fútbol.- contraataco.
- Pero haj de ser defensa.- revira.
- No, soy delantero.-
-[…]
- Ojalá no salgamo,- rompe el silencio Toñito con cierto
miedo. -la cosa se pone fea aquí en Monterrey.
Atravesamos Cintermex, salimos todos. Cruzamos Fundidora. No
venden chelas en el 7 eleven. Caminamos al OXXO.
-No vayan al Topaz,- dice una muchacha. -ahí llega puro
sicario.-apunta. José Miguel Barajas se entristece, Antonio Salinas dibuja una
sonrisa.
Cada uno carga en sus mochilas un doce pack de laguer, carta
blanca, tecate. Entramos cual ganado bovino al hotel. Descargamos las cervezas
en botes de basura, en el lavabo del baño. Antonio Salinas, para esto, había
pedido hielos en el OXXO. Sendas bolsas derritiéndose por las avenidas.
Traer consigo a un poeta es el pase de entrada dice Espartaco. Paulette
Jonguitud, Gilma Luque, Luis Vaca, Daniel Saldaña, Alicia Quiñones, y el mismo Espartaco, en una esquina mencionan la importancia de ser narradores, el plus
que estos les da, lo significativo, lo verdaderamente glorioso; mientras que en
la otra esquina, Antonio Salinas, Iván Farías, Gerardo Cruz Grunerth y quien
escribe este “texto” buscamos qué música poner en la laptop. Tello, sí, Neri
Tello, del otro lado de la terraza, con camisa de judicial de un condado americano y/o de bebedor en cantina, limpia la superficie, como si fuera una barra. Actitud, esa es la
actitud para ser un buen cantinero. Tiempo después, llega la demás banda con pomos y sixes en la mano. Se arma el verdadero encuentro.
-Noooooooooo!, qué está sonaaaaando. Bueníííííísimo.- dice
Hernán Bravo mientras se lleva una mano a la boca como demostrando su asombro
increíble. Baila, aprieta los puños y los alza mientras sus piernas hacen un
ligero twist en la alfombra. Todos bailamos. Afuera, siguen los narradores
hablando de narrativa. Se escucha por indeterminado tiempo música de los noventa y
ochenta. Desde Milli Vanilli hasta los Fantasmas del Caribe. Desde Van Halen
hasta Pollito con papa.
Alguien toca la puerta. Oh, es Javier Raya, por primera vez. Los
ninjas sí existen. La fiesta se prolonga. Alguien, a lo lejos, no puede dormir.
Amanece. Tengo que dar mi ponencia. Sí, todos somos ponentes.
Me echo un baño, me enguayabero. La mesa es aburridísima. Somos seis. El mejor
es Neri. “A la chingada la tecnología. Los libros nunca le ganarán la partida
al internete”.
La segunda mesa es menos aburrida. Son puros ganadores.
Jóvenes ganadores. Leen. Alguien publica en facebook “Cabritoooo!!!. Por favor.
Comamos Cabritooo!!!”. Para variar, la comida gourmet del hotel siempre estuvo
cruda. Yo así no me llevo, por ai dijo alguien.
Nos vamos a La Nacional. De Gortari saca la camioneta de Violetta
Ruiz.
-No, hermanos, yo no sé manejar así de una palanquita.
La manejo. Nos vamos amontonados varios y varias. Una
camioneta detrás de nosotros derrapa, quiere rebasarnos. Rezo. Las muchachas no
se dan ni cuenta. Salinas, de Gortari y Bravo, nomás dicen “ora Fer, tranquilo,
aguado, ¿sabes manejar?”. Iván Trejo, mi copiloto me altera un poco más:
-Aquí si te vas a pasar, pásate, no te quedes a la mitad.
Y jamás volví a frenar.
Seguro comimos sabroso en ese lugar tan caro. De a trescientos
por piocha. Pero estuvo bien el chicharrón de gatúbelo y cordero. Sabroso, la verdad.
Ya de regreso, más mesas. Oh, puntual Javier, “ora sí se rayo el Raya”. En
primera fila, en su mesa. Irreconocible. Y Adelaida, fantástica. Viajó desde
Suecia, eso sí es amor al arte. Empezar a escribir a los seis años es digno,
pero viajar desde Suecia, no, no, no. La admiro, de verdad.
Nos retiramos. Me olvidan. Cenamos. Hacen su top five.
-Ah, y, y, y, José Luis Barajas, o sea, por sus brazotes y
así, dicen las niñas- Me platica Anaïs que a la vez, en su voz, con su tono,
grita: - Hernááááááááááán. Que desfileeen, ay sí, todos los del top five, sí,
sí, sí.- Se vuelve a mí.- mira está Ale, Paulette, Gilma, esta niña, ay, la
chiquita, como así de Tim Burton, la Helena Bonham Carter del encuentro pero en
bonita.
-Brenda Lozano.
-Ah, sí, ella, Brendita, ella. Y yo, o sea, que no sé porqué
pero bueno. Está bien. Hernáááááááááán.-
En fin que nunca desfiló nadie. Al contrario, José Miguel
Barajas mueve sus brazos con mucho más soltura durante toda la noche. Daniel
Saldaña hace un paso extravagante, bueno, dos o tres pasos… está bien, 15, 73
pasos extravagantes. Se me figura mi pobre angelito, logra escucharlo Anaïs.
Suelta una enorme carcajada.
-No, no (ríe). Jamás lo volveré a ver igual (vuelve a reír).
No, no, (se sigue riendo).
Hernán Bravo pasa untándole el libro Hora y media de vergazos de Neri Tello a Anaïs Abreu. Entendemos
tal acción. La dedicatoria dice algo así: Para Anaïs Abreu esta Hora y media de vergazos úntalo, frótalo
total: el libro es tuyo. Neri Tello con un apretón… de mano.
Me permito leer algún pasaje del libro. El Manotas, personaje
clave, tiene voz propia y dice algo así:
“-Te reto a unas jaladas. Confiaba que a la primera
oportunidad se lo ensartaría.
-Ja, ja y crees que puedes ganarme. Dijo el Manotas
mientras Mike se bajaba los pantalones.
-Veo que tú no tienes uno como este. Mike se había
llevado su pito a la mano y el Manotas sólo sonrió.
-El que aviente la melancocha más alto y más abundante
gana.”
Y me leo otro:
“-A cabrón, yo no soy necrófilo… creo que chingué a tu
esposa.
-No, yo vivo solo… ¡ya me desgraciaste hijo de la
chingada! ¡Tú fuiste que me dejaste el culo floreado!, ¡te vas a morir!”
Y así sucesivamente…
Alguien llama a la puerta. ¿Javier Raya? Sorpresa, dos
agentes nos impiden seguir la fiesta.
-Lo que pasa es que Jordi Rosado no puede leer. Está en la
habitación de al lado. Escribe su tercer tomo de Quiúbole.- Dice uno de
ellos.
La fiesta se prolonga en mi habitación. De uno por uno, como
hormigas, más bien como arrieras, cada quien cargando su trago, su chela, sus
hielos, vamos subiendo. Lo mejor de todo era que Luis Vaca sabía dónde y en qué
piso sacar hielos.
-Mira, es fácil, en los pisos pares no hay máquinas de hielo.
En los pisos nones sí. Pero en el 1 y el 3 no hay, hay que subir al 5. Pero
sólo se puede con tarjeta, y tú tienes una.
-¿Yo?
-Sí, estás en la 702, o sea que estás en el piso 7. Así que
tu tarjeta es la llave del éxito.
Y nos fuimos a cargar hielos con botes y cubetas de basura. Alguien,
a lo lejos, no puede dormir.
Domingo. Hombres musculosos y mujer en bikini desfilan por la
FIL. Sí, también había un congreso de los hombres más mamados del mundo. Pasan
las mesas de lectura volando. Ya todos estamos convalecientes. Adoloridos,
idos.
Llega la noche. Una consola, mesas como de XV años y arrachera,
cabrito y pechuga para cenar. Carta blanca y tecate para beber. Se hace una
recapitulación del baile. Es como si las dos noches anteriores hubieran servido
para ensayar los pasos, las rolas y los momentos cumbres para la presentación
en sociedad, ahora sí, se arma la pasarela sin querer queriendo.
-Ya imítame.- me dice Barajas. -¿No me vas a imitar, no me
vas a imitar?
-Mano, fue un gusto, siempre.- me abraza Hernán.
-Qué buen apellido.- le comento a Myriam Orva.
Una chica desconocida celebra haberse bebido un cartón ella
sola. Baila y toma fotos.
-Me encantó tu lectura.- me dice Violetta Ruiz.
-Gracias.- le respondo emocionado. –luego te mando mi libro si
gustas.-
-Ah, órale gracias, pero es que de verdad imitas muy bien a
Neri Tello.
¡Plop!
Iván Trejo, baila. Sí baila. Alicia Quiñones también baila.
Un montón, bastante. Óscar David, Alejandra Silva, Violetta Ruiz, Moisés
Arriaga, bailan, todos bailan. La dj, no tiene a Cindy Lauper. Me entristece.
Otro compa, pansudito, me pide disculpas.
Lobsang Casteñada, Adelaida Caballero y Edgar Omar Avilés
bailan… ah, no, casi no bailan. Me sorprende, Karla Olvera, por Dios, habla y
baila y toma y debraya. OMG. No se puede fumar. Salimos a fumar todos. Entramos
a bailar todos. Bebemos todos, se acerca la hora. Nos entristece, a todos, el
encuentro, se está terminando.
Se acaban las cervezas. Ya no hay cheves, joder. Desgracia
total. Alguien busca poquitos en las mesas. Le pone hielos. Lo toma.
-Yo tengo un pomo.- me dice Moisés Arriaga.
-A güevo.- furibundo y emocionado le respondo. Nos vamos
varios al cuatroscientos y algo, no recuerdo. Se arma la fiesta otra vez. Alguien
a lo lejos no puede dormir, creo, hasta ahora que era Guillermo Clemente, jamás
lo volví a ver desde el desayuno del viernes.
Amanece. 70 llamadas perdidas en mi celular. Seguridad entra
a mi habitación. He perdido el avión. Triste cargo mis maletas. Pierdo mi
quincena en un boleto. Suena en mi corazón un punchis punchis.
Enciendo un cigarro en el aeropuerto de Tuxtla. Lo apago, ya
no me sabe igual.